sábado, 25 de julio de 2015

"Fabulación amorosa", un poema de Ulises Paniagua


Fabulación amorosa


Ulises Paniagua

El amor se prepara en una máquina extraña ( en la conjugación de los astros fallidos ( en los ramajes del humo.

El amor no existe ( Fue construido a través de los muchos anhelos ( cada cual lo ha hecho en su molde a cada respiro

El amor existe aunque no exista (entre fabulaciones se destila en memorias de lo imaginado ( en  labios más carnosos entre tantos labios ( en los ojos más vivos en un ejército urbano de ojos

El amor se prepara en una máquina extraña ( Truquea ( Ripia ( Arritma la voz y danza entre tardes soleadas a la orilla de un parque ( entre falda y pantalón de colegiales de ojitos llenos

El amor es fábula ( Pero existe ( Se presiente ( Se adivina ( Se palpa a besos

 Y siempre se goza con la intensidad del primer alumbramiento.







Dos poemas de Alma Karla Sandoval


Premonición del Relámpago
Alma Karla Sandoval


De nuevo lloverá y será la misma tierra 
enlodando los caminos

el charco primogénito de julio.

Luego habrá tormenta y dormirás

en la selva, en la penumbra,

en el cantar de lejanía que sesga los rincones
de tu corazón y sus moradas.




La voz de Marco Polo
Alma Karla Sandoval

Se preguntarán si he visto la circunferencia encendida de una amapola, su centro hondo, su abismo perfumado. Sí, la tomo entre los dedos como quien tutela un prodigio.
Pensarán que no entendí que cada vértice en las pagodas horada la cúpula celeste. Es así, pero también quieren ser alas, a veces elevan despacio la materia como un remolino en la tarde.
Sabrán que no ignoro en qué taza, de qué té, descubrí que hay pabellones de seda y pájaros lilas. Jaulas de oro trenzado con forma de flores cóncavas donde esas aves viven.
Los dragones de fuego hambriento por la noche, su espíritu de pólvora, algo queman en mí: la ceguera de Toscana.
Aún me pregunto, ¿qué fue de mi cruz de marinero cuando encontré el loto de Buda?




*Ambos poemas fueron tomados del libro "Beijing entonces", Torremozas, 2015.



jueves, 23 de julio de 2015

Orson Welles La literatura detrás del lente. Por: Ulises Paniagua.


Orson Welles
La literatura detrás del lente




Ulises Paniagua

Una noche de Halloween de 1938 la historia del mundo se sacudiría. A través de sus aparatos de radio miles de norteamericanos escucharon una voz honda y firme advirtiendo: “Señoras y señores, esto es lo más terrorífico que nunca he presenciado... ¡Espera un minuto! Alguien está avanzando desde el fondo del hoyo. Alguien... o algo. Puedo ver escudriñando desde ese hoyo negro dos discos luminosos... ¿Son ojos? Puede que sean una cara. Puede que sea...”. Se anunciaba una invasión extraterrestre proveniente del planeta Marte. La gente, aterrada, dejó de escuchar la radio y salió de casa esperando el desastre. No aguardaron al minuto cuarenta con treinta segundos de transmisión donde se anunciaba que se trataba de un evento ficticio. Fue el caos.
El programa que tanta conmoción generó era una adaptación realizada por Orson Welles de la novela La guerra de los mundos (1898), de H.G. Wells. Al día siguiente, indignado, el público escucha pidió la cabeza de Orson Welles a la CBS. Éste argumentó que se trataba de una broma propia del día de brujas, y la cosa no pasó de allí.
            No era la primera vez que Welles se acercaba a la literatura. Y no sería la última tampoco. Su concepción radiofónica y posteriormente cinematográfica se alimentó de la literatura en gran medida. Pero también legó, a lo largo de sus películas, una serie de estructuras narrativas que utilizarían guionistas e incluso novelistas de generaciones posteriores. En su exacerbado y malhumorado genio demostró que hay muchas y muy buenas maneras de contar una historia. Para ejemplo la célebre escena de elipsis (salto temporal) que sucede en la mesa del matrimonio de El Ciudadno Kane. Mientras comen transcurren más de diez años. O el gran misterio que se encierra en la palabra Rosebud a través de una memoria remota, un anhelo de niñez derrumbada, que nada pide a la nostalgia de Marcel Proust en En busca del tiempo perdido, y que cierra magistralmente el clásico del cine mundial.
Ávido lector, el director de la mítica Citizen Kane se acercó una y otra vez a los libros. La guerra de los mundos constituía la prolongación de una serie de radionovelas que tenían como fuente de alimentación a autores clásicos. En colaboración con el que luego sería el guionista de Casablanca, Howard Koch, interpretó y adaptó a radio obras como Los miserables, Drácula y El conde de Montecristo. Ya como cineasta, la pasión por la literatura se haría presente en La dama de Shangai (If I Die Before I Wake, 1947), basada en la novela del escritor Sherwood King; donde por cierto interpreta a un villano terrible, acompañado en el rol protagónico por la hermosa Rita Hayworth, quien entonces era su esposa.
Años después, en 1958 (después de un exilio bajo el régimen del macarthismo donde se le acusó de ser comunista) adaptaría la novela de Whit Masterson, Sed del mal (Touch of devil), y la llevó a la pantalla grande protagonizada por él, de nuevo como un gran villano, y haciendo de Charlton Heston (Mike Vargas) uno de los primeros héroes mexicanos en el cine hollywoodense.
En 1948 incorporó a Shakespeare al cine norteamericano al adaptar Macbeth, el clásico del teatro británico donde se aborda la ambición y la sed de poder. En 1952 filmó Otelo, continuando esta serie de proyectos monumentales y arriesgados (Sir Laurence Olivier parecía el único director autorizado para llevar al dramaturgo inglés, al bardo de Avon, a la pantalla). Siendo honestos la aventura con Shakespeare no fue tan exitosa, pero hay que alabar el espíritu aventurero y clásico del realizador.
      Sin embargo, su proyecto probablemente más ambicioso en materia literaria llegaría en 1962, cuando se atrevió a adaptar a Franz Kakfa (¡A Kakfa!) desde su novela El proceso, demostrando una vez más que era un hombre que gustaba de retos. La cinta fue protagonizada por Anthony Perkins (célebre por su  papel de Norman Bates en Psicosis). Adaptar a Kafka, como podrá adivinarse, no es una empresa sencilla debido al alto nivel alegórico que se maneja en las letras del escritor checo, sumándolo a los ambientes casi oníricos que permean las escenas de sus novelas. Pero Welles salió bien librado (casi nadie ha osado entrar a los senderos kafkianos desde entonces). Para ello, iniciando con un prólogo basado en el relato corto de Kafka “Ante la ley”, Welles utiliza su excepcional manejo estilístico para crear una atmósfera opresiva y asfixiante, a través de encuadres de cámara audaces, el empleo del gran angular, soberbios claroscuros y un magistral uso del montaje. Con música de Albinoni la película se vuelve alucinógena.
Orson Wells, el mito, el genio, el enfant terrible nacido en Wisconsin en 1915 y que vivió sus últimos días en California hasta 1985, nos ha dejado un legado cinematográfico tan estrecho con lo literario que bien podría decirse de él que construyó verdaderas novelas utilizando escenas y secuencias. Y como muestra basta revisar el Ciudadano Kane (Citzizen Kane). ¿Quién se atrevería a negar que a través de este film Welles no podría consagrarse como uno de los mejores literatos de la historia universal si en el lugar del celuloide la historia se contara a través del papel?











miércoles, 8 de julio de 2015

"Anotación de medianoche", de Ulises Paniagua


Anotación de medianoche
Ulises Paniagua

Cuando miro que las letras no se derriban en la ventisca, el hondo alarido, el derrumbe de dinteles y rancios dineros, Pienso que hay licencia para bordar utopías sobre páginas albas

Me digo: sólo la muerte

Ni el rencor de los otros, ni los adustos gobiernos, ni el abandono de los padres, o los peores deseos

Suspiro
Sólo la muerte

Cuando nace del pantano esa falange de infortunio, el mar de los sueños embravece, me derrumbo bajo la negra ola y espero que todo lo arranque el magnetismo del desconcierto

Suspiro
Escribo
Espero


Y me digo: sólo la muerte. Sólo la muerte. Sólo la muerte




jueves, 2 de julio de 2015

Detrás de la bruma, Ulises Paniagua (Cuento)


Detrás de la bruma
Ulises Paniagua

Hoy el mundo amaneció podrido, en el ambiente flota un hedor insoportable. La fetidez ha sido constante: ayer, antier, hace cinco, veinte días. Se percibe cada vez más fuerte. Si sólo fuera eso estaríamos tranquilos, pero la bruma, cerrada, genera tensión en pescadores y dueños de hoteles. No hay paz en este puerto, la gente ha escuchado al mar con un timbre distinto. El océano se agita, luego viene un eco feroz, un sonido estrepitoso que juraríamos es una bestia prehistórica. La neblina impide ver más allá de trescientos metros; detrás de esa cortina seguro aguarda una mala sorpresa.
Se rumora que una aldea fue devastada hace tres semanas cerca de Playa Sur. Quisieron achacar a un huracán la destrucción y los desaparecidos; pero no ha habido huracanes en estos días. Muchos sospechan la visita de un tsunami, pero la hipótesis es absurda porque las playas vecinas no sufrieron daños. Los maderos de las pilas, el bajareque, cada trozo de las casas se encontró derramado sobre la arena. En Playa del Sueño, por otra parte, una flota de barcazas apareció hecha astillas.
Lo peor de todos son los signos: una vieja asegura haber visto gusanos saliendo de  los ojos de la virgen, nuestra patrona; y un niño dijo que a su estampa de San Judas le han brotado cuernos.
No han llegado turistas. La villa está muerta. Las redes telefónicas y virtuales no funcionan. Los barcos han dejado de aparecer en el horizonte. Algunos habitantes no lo han soportado, más de quince familias decidieron marcharse, hicieron sus maletas y los vimos desaparecer en la autopista. No han regresado. Otros han optado por una salida alternativa. Esta semana se suicidaron tres: el director de la primaria, que se colgó de un almendro; un salteador de caminos que se clavó un cuchillo al estilo de un seppuku; y el dueño de un bar que vende cocaína a raudales (quien decidió volarse la tapa de los sesos de un tiro).
Entre los pescadores corre el rumor de que, sea lo que sea, vendrá primero por los que tengan cuentas pendientes: estafadores, infieles alevosas, pederastas, pendencieros, y ebrios que golpean a sus hijos.  A los millonarios el pánico les hace jurar que entre las olas han percibido un ojo amarillento, como el de un reptil que mira hacia la costa. Yo creo que son mentiras, aunque es difícil explicar lo que ocurre. Antier un abarrotero decidió destrozar su tienda. Para ello contrató a un viejo que trabajó como minero en la sierra colocando explosivos. Su local quedó hecho trizas y ahora vive en la calle. Nos insta a gritos a hacer lo mismo. Dice que estamos malditos.
No podemos dormir. Cuando el océano embravece presentimos lo peor: el arribo de olas demoledoras, el ataque de un leviatán, la ira de algún dios. La incomunicación es general. Muy de vez en cuando una onda de radiofrecuencia aparece en los estéreos sólo para comentar -a través de un misterioso noticiero- las grandes masacres del siglo XX, las hambrunas en África, los bombardeos en Medio Oriente, los terribles genocidios en los campos de concentración alemanes. El noticiero suena rasposo, como uno de esos viejos programas de radio de 1938 o de 1945.

Tenemos miedo. Anhelamos huir pero no queremos o no podemos. La situación escapa de nuestras manos. Hemos dejado de hablar, de comer. Los que se ven obligados a andar por el malecón lo hacen a pasos cortos, con la cabeza gacha. Nos ponemos flacos y pálidos. Los creyentes afirman que cada vez aparecen más señales entre las imágenes de santos, en los templos: más gusanos, vírgenes que lloran sangre; ese tipo de cosas. Y este hedor insoportable, nauseabundo, está volviéndonos locos.

De el libro de cuentos "Entre el día y la noche". Derechos reservados al autor.